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La Habana, aldea irreductible del comunismo.

La Habana, Cuba

Para cruzar de Cancún a La Habana existen dos opciones. Pagar un poco más e ir con Mexicana o cruzar los dedos y viajar con Cubana de Aviación. Si no tenéis miedo a volar, os recomendamos la segunda. No llega a la hora de vuelo pero es un auténtico espectáculo. Desde fuera todo parece normal. Fuselaje reluciente, tres motores, dos alas y una tripulación vestida a la moda. Pero ya al entrar en el avión uno ya nota que, en Cuba en general y en Cubana en particular, las cosas no son lo que aparentan. La primera en la frente. Los ingenieros aeronáuticos rusos, suponemos que pensando en la perra que enviaron al espacio, diseñaron la escotilla de entrada para la altura de Laika. Todos a agachar la cabeza un palmo si no queréis llevaros el primer souvenir en forma de chichón.

Una vez dentro lo más probable es que os toque un asiento al lado de un cubano. Nos habían contado que en Cuba estaban todos como locos por salir pero resulta que, una vez fuera, sólo quieren volver. Aparte de vosotros y algún que otro guiri despistado, el avión irá atiborrado de morenos con cadenas de oro y mulatas con culos respingones de dimensiones kilométricas. Todos más cubanos que un puro Habano chupado y rechupado, sólo que con pasaporte americano. Pasaporte que, con tal de fastidiar a Fidel, en Miami lo regalan con el Happy Meal si hace falta. Así cuando vuelven a su tierra pueden pasarle por la cara a la parentela lo que buena que está la BigMac. La BigMac, la secadora, el dvd y cualquier otro invento diabólico que lógicamente el Partido tiene prohibido a los de aquí porque, como todos los comunistas saben, son instrumentos que devoran el alma de las personas.

Eso sí, todos esos cubanos disidentes, a la que pillan su asiento, se olvidan de la Coca Cola y otras mariconadas capitalistas y se piden un Havana Club como dios manda. On the rocks o con Tu-Kola, versión cubana del refresco más famoso del planeta. Porque Cuba es como si fuera un Lidl pero a lo grande. Ni una marca original, sólo copias de mala calidad, en formatos irracionales y siempre en fuera de stock. Eso si llegas a ver algún supermercado porque en La Habana hay menos tiendas que ventanas con los cristales enteros, que ya es decir.

La Habana, Cuba La Habana, Cuba La Habana, Cuba

Siguiendo con su bonita tradición de quedarse sin mercancía, lo más probable es que cuando os llegue vuestro turno la única botella de ron que lleva la azafata se haya acabado. Pero no os preocupéis. Detrás suyo aparecerá un tipo con cara de haberse colado por la ventanilla de atrás con la oferta del día. Botella de Havana Club a diez dólares, quince si te llevas dos. Si pensáis que lo hace con disimulo para que la Policía Revolucionaria no se lo lleve por delante, os equivocáis. El tío chilla como si estuviera en un mercadillo chino, agitando las botellas por encima de su cabeza de tal manera que mejor agachad las vuestras si no queréis llevaros el segundo coscorrón del día.

En medio de tales acrobacias, pasará lo impensable. Alguien habrá encendido un puro sin permiso o la aeronave se estará quemando pensaréis, porque desde el suelo no parará de salir humo blanco en cantidades que nunca antes habíais visto en un avión. Por los altavoces os informarán que, aunque vuestros pies desaparezcan entre la bruma, no debéis preocuparos lo más mínimo. Es el aire acondicionado. Y les haréis caso porque al lado de la música, los cubatas, el vendedor ambulante y los gritos de vuestros vecinos, la niebla parece más un efecto de discoteca de los años ‘70 que no un defecto del Yak-42. Sí, leísteis bien. Yak-42, como el famoso de Trillo que se estrelló en Turquía. Ese tipo de avión que no pasaría ni el ITV de una feria de barrio. Por suerte, con tanto show os habrán distraído un buen rato y ya estaréis aterrizando. Lo notaréis porque medio avión estará aplaudiendo, jaleando y silbando como una jauría de perros salvajes. No es para menos. Se jugaron la vida para largarse de allí y ahora vuelven con Cubana de Aviación, que viene a ser igual de peligroso pero mucho más caro. Acabáis de llegar a La Habana, bienvenidos al comunismo.

Itinerario recomendado para visitar Cuba con restaurantes a lo largo de la ruta.





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