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Aniko en uno de sus viajes

– ¿Cuál es el lugar del mundo en el que has estado y más te ha impresionado? ¿Qué consejo darías a alguien que quisiera viajar allí?

Todos los lugares que visité me impresionaron por algo, pero el que más me marcó fue China, ya que viajé durante un mes de manera independiente sin casi poder hablar con la gente. Le diría a los viajeros que se animen a ir y que lo hagan sin tours organizados, pero les recomiendo que se lleven un traductor en el teléfono móvil o un libro con frases útiles en chino mandarín para poder comunicarse más fácilmente con la gente. Sino, los gestos y las sonrisas siempre ayudan!

– ¿Qué es lo que más rabia te da olvidarte de poner en tu maleta?

Me daría mucha rabia olvidarme mi cámara o mi computadora, pero como son mis herramientas de trabajo, nunca saldría sin ellas. Soy de empacar poco, así que generalmente si me olvido algo lo consigo en el lugar de destino sin problemas. Cada vez que viajo sin un libro termino comprándome uno apenas empieza mi viaje, me gusta tener buena literatura para leer en la ruta.

Aniko en uno de sus viajes

– ¿Qué les dirías a aquellos viajeros que, como no se atreven a viajar por su cuenta, acaban yendo a una Agencia de Viajes aunque no les gusten sus viajes organizados?

Les diría que se animen, que no tengan miedo de viajar de manera independiente, que dejen de lado las inseguridades y se aventuren a irse por su cuenta. Van a tener total libertad, podrán ir a donde quieran en el horario que quieran y cambiar sus planes una y otra vez, según lo que vaya surgiendo en el momento. Ellos decidirán qué es lo que quieren ver (en vez de tener a un guía que les mostrará solamente lo que él quiere que ellos vean…).

– ¿Qué tipo de comida has probado en tus viajes que más te ha gustado/sorprendido? ¿Nos recomiendas algún sitio para probarlo?

La comida que más me gustó fue la india. La probé en Malasia y, si bien es bastante picante, me gustó muchísimo. Recomiendo probarla, obviamente, en la India, o en cualquier país asiático donde haya minorías indias. Vayan a los restaurantes locales y no a los turísticos!

Anikp en uno de sus viajes

– Por último, explícanos algo que te ha ocurrido viajando y que no olvidarás jamás…

Una vez me tomé un tren nocturno en Indonesia, me quedé dormida unos minutos y cuando me desperté me habían robado la cámara, la computadora y algo de dinero. Diez horas después, la policía me devolvió todo. Fue increíble e inesperado, jamás pensé que recuperaría todo…

Muchísimas gracias a la bloguera y viajera Aniko por su tiempo y consejos como viajera experta. Desde Way Away te enviamos ¡un fuerte abrazo! Puedes seguir sus aventuras alrededor del mundo en su blog: Viajandoporahí

Itinerario recomendado para visitar China con restaurantes a lo largo de la ruta.





“Very high status, well reputed, high connected Bramhin Industrial Textile Export Family, settled near Delhi, invite Alliance for their beautiful, fair, slim, homely, religious convent educated girl, July 79 born, MBA Delhi, widely travelled. Boy must be smart & well educated, belonging to a well established Business Industrialist family”[1].

Este anuncio real del Hindustan Times, uno de los principales periódicos de la India, es un buen ejemplo de cómo funciona el sistema de castas. Una sociedad dividida y ordenada en gremios profesionales a los que sólo se accede por derecho de nacimiento, sin ningún otro mérito que valga. Hace ya años que este sistema fue prohibido para evitar las desigualdades que provocaba pero todavía son muchos quienes lo continúan respetando. Tanto es así que, aún hoy, la mayoría de matrimonios sólo son contraídos entre personas de la misma casta. De hecho, son los propios padres quienes, desde el momento en que nace su hijo o hija, tratan de acordar y cerrar un enlace que no se celebrará hasta dentro de quince o veinte años. Pero aunque sean así de previsores, no siempre es fácil. A veces, como en el ejemplo del anuncio, la falta de candidatos válidos les obliga a buscar pretendientes a través de la prensa y entonces ¡por pedir que no quede!

Ghats Benares India

En cierta forma, las castas tampoco son muy diferentes a nuestras clases sociales si no fuera porque en su caso, además de regir las relaciones sociales, son la base de toda su cosmología, es decir de su forma de entender la existencia del hombre en el mundo. Según el hinduismo, el comportamiento de las personas en esta vida determina el nivel social en la siguiente, cuando sean reencarnados en un nuevo cuerpo. En otras palabras, una auténtica ganga para ese empresario que es dios y sus representantes comerciales en la Tierra, los cuáles, para asegurarse el buen comportamiento de sus feligreses, fijan a sus clientes una retribución variable que nunca será saldada hasta la próxima vida. Alguien podrá preguntarse qué pasa si al nacer no estás de acuerdo con la casta que te ha tocado. Nada, en esta ventanilla no se aceptan reclamaciones, vuelva usted en otra vida. El truco, como siempre, está en la letra pequeña porque una de las cláusulas del contrato es que nunca podrás acordarte de lo que te pasó en tu vida anterior. Para que después digan de Telefónica. El monopolio más grande del mundo siempre ha sido la venta de la vida eterna, aunque en la India se llevan la palma. Sólo aquellos cuyos cuerpos sin vida sean lavados y cremados en el Ganges podrán traspasar las puertas de la inmortalidad. El negocio radica en que los únicos crematorios que disponen de la ISO-DIOS-9000 pertenecen a la misma familia desde hace siglos. Eso sí que es un buen pelotazo. Aunque hay que reconocer que los campeones se portan porque el precio se fija en función de tus riquezas. Tan rico eres, tanto pagas.

Jaipur India

Pero no son los únicos que se aprovechan del tema, la reencarnación también es un chollo para las castas superiores. Con este sistema de amenazas veladas se aseguran su status quo sobre las clases bajas y oprimidas, las cuáles deben decidir si prefieren quebrantar todas las normas divinas y aspirar a mejorar en esta vida aún a costa de ser condenados en la próxima, o resignarse a su miserable destino y comportarse según lo esperado para ver si les toca mejor suerte en el siguiente turno vital.

India India

Este sistema, sin embargo, no incluye a todo el mundo. Los hay que están tan marginados que ni siquiera tienen casta. Son los intocables. Repudiados por todos y despreciados por muchos, son tratados como seres inferiores cuando no ignorados sin más. En ellos recaen las peores tareas de la sociedad, sin otra recompensa que la obligación de llevarlas a cabo día sí, día también. Lo divertido, si es que puede haber algo de gracioso en todo esto, es que no existe nadie más hindú que ellos. Los intocables son los descendientes de las primeras civilizaciones del subcontinente indio conquistados por tribus arias que trajeron consigo el sistema de castas: una sociedad piramidal estructurada en cuatro niveles que no tardaron en aplicar en sus nuevas propiedades. Primero estaban los sacerdotes, más abajo los aristócratas y guerreros, a continuación los comerciantes y por último los agricultores y granjeros.

Nueva Delhi India

El problema era que, dentro de esta fórmula, no había sitio para los habitantes locales. Mucho más oscuros de piel que sus nuevos amos, desde el inicio fueron convertidos en esclavos y quedaron fuera de cualquier nivel social. De esto hace más de 3000 años. Desde entonces hasta ahora, los intocables sólo han podido ganarse ese sobrenombre y lo han hecho a pulso. No hay, no ha habido, ni nunca lo habrá ningún otro grupo de personas en el mundo que durante tanto tiempo hayan sido esclavos, con cadenas o sin ellas, pero esclavos al fin y al cabo. Después de tres milenios sólo han conservado una cosa: el color de su piel. Por ello los distinguiréis. Por eso y porque los demás se apartan a su paso.

Nueva Delhi, capital de la India

Puskhar India


[1] “Familia Bramhin establecida cerca de Delhi, del mundo de la industria textil exportadora, muy bien conectada, con buena reputación y de altísimo estatus, invita a una alianza con su preciosa, delgada y justa hija, educada en un convento religioso, nacida en Julio del ’79, con un MBA realizado en Delhi y muy viajada. El pretendiente debe ser inteligente y estar bien educado, así como pertenecer a un familia bien establecida del mundo de negocios industriales.”

Itinerario recomendado para visitar India con restaurantes a lo largo de la ruta.





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La India es un país gigantesco, un subcontinente entero mayor que toda Europa, con el doble de sus habitantes e incontables lenguas más. Por eso no es de extrañar que exista más de una India; en realidad, casi tantas como gentes la visitan porque es uno de los pocos sitios del mundo capaz de dejar una huella diferente en cada viajero. Algunas de estas Indias son del pasado, otras de un futuro que nunca llegará, unas son simple imaginación de turistas como nosotros y otras quizás nunca existieron. La India es todas ellas a la vez y ninguna en concreto.

Taj Mahal en Agra, India

Cada uno de nosotros tiene una imagen, una idea preconcebida que corresponde a una de esas Indias o a la combinación de varias de ellas. Lo que desconoce el viajero es que, a la vuelta, abandonará este extraño lugar con una por encima de todas. Una India que lo impregna todo, abriéndose paso por la nariz de una forma tan brutal que ya nunca más se podrá olvidar. Es el perfume de la India, a medio camino entre el aroma a especies y flores, y el hedor a basura y mierda. Un olor tan especial que enamora a unos y repugna a otros. Pero sólo existe una forma de saber si sois de los primeros o de los segundos. Cruzar sus fronteras y descubrir con cuál de sus mil rostros os mirará.

Procesión en la India

Para los amantes de los libros de Kipling, nuestra India es la de la jungla de Kim y los tigres de Bengala, la de maharajas motados a horcajadas de elefantes y princesas vestidas con saris luminosos. Nos costó muchas horas de coche y otras tantas de calor pero al fin encontramos esa India paseando por las calles de Udaipur y subiendo a los palacios de Jaipur, ciudades-estado que pueblan la región del Rajastan (sic tierra de Reyes) y que, igual que los Nabateos de Petra, hicieron fortuna como vigías de la Ruta de la Seda con sus caravanas de camellos. Cientos de historias y fábulas pueblan esta India. La más impresionante de todas ellas, las mujeres que cometían sati, se suicidaban, cuando morían sus maridos. Con la mano manchada de su propia sangre, marcaban las puertas de sus palacios para que todos supieran que allí habitó una mujer tan enamorada de su hombre que no quiso vivir sin él.

Jaipur Rajastan India

Pero lo bonito de esta India no es su pasado sino su presente, con la monarquía mostrando su mejor cara. Algunos maharajas, una vez desposeídos de cualquier poder, en vez de convertirse en vedettes de la prensa rosa como hacen sus similares en Europa, se han volcado en sus pueblos invirtiendo su propio dinero para ayudarlos y desarrollarlos. Pueblos de los que conocen perfectamente sus lenguas, a pesar de haber sido educados en inglés desde hace décadas. Vamos, igualitos que sus colegas europeos de sangre azul. Es verdad que algún belga corre por ahí como un flamenco pero Felipe no sabe poner dos palabras seguidas de catalán, vasco o gallego si no se las escribe el negro que suda tinta al preparar sus discursos. Y es que quizás sea esperar demasiado de esos delfines que, en vez de gastarse 3 millones de euros del heraldo público para montarse el pisito de soltero, se rascaran su propio bolsillo para construir un hospital. Política-ficción. Aunque en la India tampoco son todos honrados. También los hay que han abandonado sus pueblos a su suerte y viven como rajas en Londres, acordándose sólo de su pasado por el glamour de sus títulos y la seda de sus saris. Siempre habrá mal nacidos, sea en cunas de oro o en charcas de barro.

Rajastan

Muy cerca de esta India pero a la vez muy lejos, está la espiritual, la del budismo y los gurúes de verdad. Es la India introspectiva, la India auténtica para los auténticos enamorados de ella. Aunque en realidad no son tantos como parecen. Sin duda, es la India más oculta, tanto que no la hemos encontrado. Quizás en Nepal o en el Tíbet nos crucemos con ella, pero nos da que uno tiene que buscarla con el corazón y no con la guía. Muchos confunden esta India con la new-age, la de santinos vestidos de payasos, túnicas naranjas y olor a incienso. La de la música tántrica, el Karma-Cola y un montón de europeos disfrazados de pseudo-hippies. Esa es la India de pandereta, la que tiene en Bollywood su meca y que marca tendencias con una estética de cachondeo. La India de danzas hari-hari, indios coquetos con tupés grasientos y tuk-tuks decorados con espejitos y flores. Es una India divertida e inocente, que no hace daño a nadie pero que, aunque lo intente, tampoco ayuda a muchos.

Benares Varanasi India

Entre estas dos Indias, no todo es vacío espiritual, antes al contrario. Los indios parecen tener una sensibilidad especial para reflexionar sobre la cosmología, no por nada en esta tierra han surgido más religiones que en ninguna otra parte del mundo. Esta India la descubrimos en un templo jainista en medio de la jungla. Un oasis de silencio ensordecedor en medio de todo el ruido emocional que nos había ahogado hasta entonces. Auténticos percusores de Gaia o la Madre Tierra, los jainistas son hindúes que respetan hasta la más mínima forma de vida porque creen que Dios está presente en todas ellas, insectos incluidos. Vegetarianos hasta el extremo, llegan a ponerse mascarillas para no tragar y matar las bacterias que puedan haber en el aire. Sus templos son espacios abiertos donde todos, personas, animales y plantas, entran y salen, crecen y mueren sin que nadie se lo impida. Un lugar diseñado no para asustar a las gentes, ni para venerar a nadie, sino para hacerte sentir bien contigo mismo y, desde ese equilibrio, mirar al resto del mundo con ojos generosos, la mejor de las enseñanzas de Buda cuando, al final de sus días, les dijo a sus discípulos “cuando yo no esté, no quiero que me adoréis ni me sigáis. Toda persona sólo debe ser seguidora de sí misma”.

Ranakpur India

Al otro extremo de esa India íntima, está la monumental, la India más formal, la de ladrillos y piedras. Los hindúes nunca han tenido la necesidad de realizar grandes obras porque, al creer en la reencarnación del alma, carece de sentido quererse perpetuar en el mundo a través de algo material. Ésta es la principal razón por la que la mayoría de las grandes edificaciones que pueblan la India no son suyas sino de sus invasores, primero los mogoles y después los ingleses. La pax británica dejó una herencia de obras civiles y funcionales, y algún que otro vestigio del esplendor de un Imperio que, por otra parte, ya empezaba a resultar casposo por esa época. Nada especial si lo comparamos con los edificios que mucho antes habían levantado los antiguos descendientes de los turcos, sin duda los más bellos de toda la India. Entre ellos, una de las maravillas del mundo, el Taj Mahal. Construido en mármol blanco, el emperador Shah Vahan cumplió así la promesa realizada a su mujer en el lecho de muerte: erigir para ella la tumba más bonita jamás vista. Años más tarde el monarca viudo fue destronado por uno de sus propios hijos. Él se quedó sin reino y nosotros sin lo que hubiera sido la maravilla de las maravillas. Antes de que le robaran la cartera y el cetro, su objetivo era alzar al otro lado del río un panteón idéntico al de su mujer, esta vez en mármol negro. Si un Taj Mahal nos dejó sin palabras, no podemos imaginarnos lo que hubiera sido contemplar dos templos gemelos, uno al lado del otro, como si fueran dos torres enfrentadas en un ajedrez gigantesco.

Detrás de todas estas Indias, asoman las Indias más humanas y por eso las más vivas: la India de los pobres y la India de los ricos. Aunque vayan de la mano, una le da la espalda a la otra. La primera con la mitad de su población por debajo del umbral de pobreza, la segunda lanzando cohetes al espacio y desarrollando tecnología nuclear. La primera con millones de niños trabajando para poder comer, la segunda orgullosa de aportar al mundo miles de programadores informáticos. La primera pudriéndose en las megalópolis de Nueva Delhi, Calcuta o Bombay, la segunda formándose en las mejores escuelas del mundo. La primera intocable y encerrada en un sistema de castas que ni siquiera los padres de la nación como Gandhi o Nehru fueron capaces de abolir, la segunda huyendo al extranjero sin mirar atrás o viviendo en ghettos sin mirar afuera. La primera destino principal de cientos de ONGs, la segunda perdida en las contradicciones de los valores occidentales que han asumido como propios. La primera real, la segunda falsa. La primera duele, la segunda se desvanece.

Varanasi, capital espiritual de la India

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