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Singapur, isla-estado dueña de una de las empresas más grandes (y desconocidas) del mundo.

Singapur

Aunque ellos contestarían sin ningún rubor y con toda la razón:

“Sí ¿y qué? A mucha honra. Qué más da ser aburridos cuando somos el quinto país del mundo en renta per cápita”.

Así de prácticos son y así de bien les han ido las cosas desde que en 1959 fueron la penúltima colonia en salir por piernas del Imperio Británico. A pesar de ello, la huella victoriana todavía se nota en cada esquina de su ciudad, no sólo porque conducen por la izquierda sino porque la educación de gentlemen les ha quedado bien grabada. No en sus genes que siguen siendo de todos los colores menos blancos sino en el más importante de su leitmotivs: Cero Corrupción Política. Nos referimos a sus Campañas Nacionales, olas publicitarias con las que su gobierno inunda cada dos por tres esta pequeña isla en un intento de educar a la población. Las ha habido muy famosas, como la de Speak Good English para evitar la aparición del singlish -como el spanglish pero a la asiática- o la de Romancing Singapore para fomentar la natalidad. No siempre han funcionado aunque con las dos primeras, Ser Prácticos y Ser Honestos, se salieron. En medio siglo han transformando un país agónico en una pequeña potencia mundial, y eso que apenas son cuatro millones de habitantes.

Singapur Singapur Singapur

Parece imposible que por decir “seamos prácticos” un país pueda mejorar, pero es que cuando Singapur hace algo lo lleva hasta las últimas consecuencias, como con su sistema educativo, el Streaming Education. En castizo, el que vale vale y el que no que se dedique a otra cosa mariposa. Dicho así suena poco solidario pero práctico lo es y, visto lo visto, efectivo también. A cada niño lo especializan desde pequeño en aquella área en la que destaca y, si no despunta en nada, lo dejan atrás. El capitalismo puro llevado a las escuelas. Hace décadas decidieron que las ciencias exactas y las tecnologías de la información serían las áreas clave para desarrollarse como país. Desde entonces han priorizado la educación de estos temas por delante de todo lo demás. El arte y el deporte o la filosofía y la historia son muy interesantes pero cuando uno tiene hambre un cuadro no alimenta y un poema mucho menos. El presupuesto de EE.UU. en educación está en torno al 4% de su PIB, el de Singapur pasa del 20%. Eso sí, nunca ganarán un medalla olímpica, ni veréis una exposición de ningún pintor suyo en Londres, París o Nueva York. Todo el dinero que aquí tiramos para que nuestra selección de esgrima o de ping pong se pase cuatro años entrenando, allí lo dedican a cosas serias de verdad. El que quiera hacer deporte que se pague las sandalias.

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Pero nada es gratuito en esta vida. Sus políticas extremas les han llevado a ser los menos creativos del mundo. En todo el país no hay un solo edificio que valga la pena fotografiar, ni monumento que tenga interés alguno. Por eso, hasta sus propios ciudadanos se aburren de él y lo acaban viendo más como un hotel que no como una nación. Es el sitio donde residen y poco más. Así la mayoría conservan su propio origen y lo guardan con celo en sus barrios: Little India, Arab Street, Holland Road o China Town. Imaginaros esta mezcla en un país europeo, no duraríamos ni dos días sin tirarnos los trastos unos a los otros. Allí en cambio ni se inmutan y, como siempre, aplican su sentido práctico. En casa que cada uno se sienta como le dé la gana y que hable lo que quiera, que en el colegio los educan a todos en inglés. Pero no os creáis que lo hacen así porque es su idioma oficial, de los que ganaron la guerra o porque lo dice su constitución. Nada de eso. Lo decidieron en su momento porque tenían muy claro que era lo mejor para su desarrollo económico. Tanto que ahora, por la misma razón, han introducido el mandarín en todas las escuelas.

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Imaginaros cómo saldrán sus futuras generaciones. Nosotros discutiendo si el castellano está marginado en la educación o el catalán en la vida pública y ellos en cambio hablando inglés por los codos y entendiendo chino por las orejas. Temblamos de pensar cómo se sentirá el pringadillo de nuestro hijo a su lado, chapurreando globish y aspirando las “h”. Eso sí, con la cabeza bien alta porque España habrá ganado el mundial de fútbol playa o porque nuestros artistas exponen en el MoMA. El que vale vale como ellos, hablando tres idiomas. Y el que no, como nosotros, escribiendo con dos dedos en un portátil cuyos componentes lo más probable es que hayan sido fabricados en Singapur.

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