Phi Phi Islands: El paraíso vale 100 euros «

Phi Phi Islands, Tailandia, donde Leonardo Di Caprio filmó The Beach.

Llegamos a las Phi Phi Islands desde Phuket, capital del turismo sexual en Tailandia. El ferry era una muestra perfecta de todo tipo de viajeros low-cost. Nos sentimos como en casa, sobretodo al desembarcar y ver que el puerto era un caldero hirviendo de cazadores de turistas inocentes. Mientras nuestros compañeros de viaje se volvían locos para conseguir alojamiento, nosotros optamos por sentarnos en una terracita delante del mar y matar el hambre con una cerveza bien fría. La experiencia es un grado, pensamos. Cuando los pardillos hayan picado cogiendo los peores hoteles al precio más caro vendrán las rebajas. Un par de horas más tarde cayó una tormenta tropical que dejó inundada la isla y, de paso, nos despertó de nuestro apalanque pero para entonces ya era demasiado tarde. Hasta el hostal más recóndito estaba lleno hasta la bandera. Pantalones arriba, chancletas abajo, pateamos tantas veces la calle central buscando un sitio decente donde dormir que al final media isla nos conocía. Al principio le vimos el lado divertido, después no tenía ni pizca de gracia. Menos todavía cuando se hizo de noche y un olor pestilente empezó a invadirlo todo. Con la lluvia la cloaca se había desbordado y la mierda empezaba a mezclarse en el suelo sin que pudiéramos distinguir la arena de los excrementos.

Este es el paraíso que nos habían prometido. El tsunami que pasó por aquí hace unos años se llevó por delante 300.000 vidas pero les dejó la oportunidad de empezar de nuevo. Un saldo carísimo y, aunque sea una frivolidad decirlo, más todavía cuando no han sabido aprovecharlo. Ahora apenas queda rastro de la ola gigantesca, un par de carteles para listos contando que la ruta de escape es subir a la montaña y poco más. Después del desastre tardaron muy poco en reconstruir las mismas cabañas, sobre la misma arena y con los mismos troncos. El hambre apretaba así que se dieron prisa y, tan pronto como acabaron de contar cadáveres, se pusieron a vender el paraíso en rebajas. Pero es que cuando uno vende gato por liebre, se le acumulan los ratones y eso es lo que les ha pasado. No es que las ratas campen libremente por sus playas pero, si uno intenta imaginar dónde se irían de vacaciones los parientes pobres de Mickey Mouse, no puede dejar de pensar que estarán correteando por debajo de los andamios que cubren el paseo principal de Ko Phi Phi Don, una calle cutre como pocas.

Tan cutre como el único hostal que al final encontramos. Quince euros que, después de sobrevivir allí una noche, nos parecieron muchos. A las ocho de la mañana ya estábamos de nuevo buscando otro sitio donde caernos muertos. Si el día antes había sido nuestra presentación en sociedad, hoy nos hicimos íntimos de los isleños. El que no nos saludaba efusivamente, se cachondeaba de nuestro vano intento por encontrar una habitación decente. Pero el que la sigue la consigue. Apartando unas hojas de palmera, encontramos un camino que nos sacó del patio de atrás del Horror Island Show para llevarnos al hotel de nuestros sueños. Cien euros. Ese es el precio del paraíso y de la habitación del Resort Cabana Hotel donde estamos alojados. La hedionda Phi Phi Island se ha convertido en una isla maravillosa. Desde la cama donde estamos estirados casi podemos tocar el mar y si miramos un poco más hacia la izquierda, detrás de la piscina de lujo, vemos asomar unos islotes exóticos que parecen salidos de un decorado. Cien euros no es mucho dinero y menos si es para entrar en el paraíso, pero para nuestro presupuesto es demasiado. Por eso hemos seguido buscando un nuevo hotel para mañana hasta encontrar lo que queríamos, una cabaña en la misma playa, simple pero limpia, con un par de colchones nuevos. Diez euros por cabeza. En cuanto nos echen del Jardín del Edén allí nos vamos porque, a cien euros la noche, por Navidad volvemos a casa. Como el turrón.