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Navegando por el Río Yangtze en un camarote de 3ª, China.

Presa de las Tres Gargantas, China

Heráclito dijo aquello de “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río porque en la vida todo fluye sin parar. El río nunca volverá a ser igual, ni tú tampoco”. Estamos navegando por el Yangtze, el río más largo de la China, famoso por tener la presa más grande del mundo y por albergar las Tres Gargantas, tres desfiladeros que parecen las puertas de entrada a otro mundo.

Estamos sentados a proa, justo en frente de un gran ventanal. Alrededor nuestro decenas de chinos parecen estar peleándose, o quizás simplemente estén jugando a las cartas, su pasatiempos favorito. No vamos en un crucero de lujo, ni mucho menos. Nuestra cabina de tercera son tres literas con unos colchones tan delgados que más valdría dormir en el suelo. En realidad, así lo hemos hecho. Por apenas unos euros reservamos las seis camas para nosotros solos y de esta forma no compartimos el baño, ni los ronquidos. Para estar más cómodos pusimos todos los jergones en mitad de la habitación, unos encima de los otros y bien separados de la pared. A pesar de ello, nos hemos pasado toda la noche oyendo a las ratas arañar el casco. Nos cuenta el camarero que estos polizontes con cola buscan siempre un resquicio entre tanta tubería para salir a respirar aire puro.

Presa de las Tres Gargantas, China

Pero no nos quejamos. Si fuéramos en primera estaríamos tumbados en nuestro camarote de lujo añorando sin saberlo este momento. Estábamos repasando el viaje y, sin darnos cuenta, hemos saltado de un lado a otro. De Jordania a la India, de Tíbet a China. De un personaje a otro, de Mahoma a Buda y de Mao a Gandhi. De si hemos empezado a cambiar como personas a cómo cambian los pueblos. De cómo en un sitio y en otro hemos oído historias diferentes, o cómo la historia es una y tan sólo cambian los sitios. De cómo la bondad y la maldad pueden estar tan lejos pero a la vez tan cerca, rozándose hasta confundirse, siendo a veces imposible distinguirlas. Es el círculo del Ying y el Yang, la eterna armonía entre lo negativo y lo positivo, la base de la filosofía china.

Pingyao, China

Mirando atrás y releyendo lo escrito, es cierto que quizás estemos juzgando mucho en muy poco tiempo. Sin darnos cuenta, hemos cogido esa bondad y esa maldad entrelazadas y las hemos destripado hasta separarlas para tomar partido por una u otra. Seguro que habremos sido injustos más de una vez pero vaya en nuestro descargo que siempre hemos intentado ver las dos caras de la misma moneda. Podíamos habernos callado pero entonces tampoco hubiéramos sido honestos porque estaríamos dejando que nuestros pensamientos se fueran corriente abajo arrastrados por el tiempo y se perdieran para siempre. Igual que un río nunca es el mismo, tampoco lo serán nuestras palabras. Por eso no queremos releerlas hoy, preferimos esperar al final del viaje y ver qué sabor tienen entonces. Suave o picante. Dulce o amargo.

Itinerario recomendado para visitar China con restaurantes a lo largo de la ruta.





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