Sidney: Un país en venta (parte 2) «

Sidney, Australia.

Lo más auténtico de Sidney es cómo celebran el Christmas Day . La mañana del 25 de diciembre puedes verlos a todos esperando al autobús para irse a la playa de picnic, con bañador y con sus gorritos de Papa Noel. Aunque de lo que más orgullosos están es de la gran noche del año, la última, tanto que incluso le han puesto marca con logotipo y todo. El NYE, New Year Eve. Miles de personas vienen de todo el mundo para ser los primeros en celebrar la llegada del nuevo año en Australia y ver los fuegos artificiales del Harbour Bridge desde alguna de sus playas o parques. Desde una semana antes, la Oficina de Turismo organiza seminarios para explicar a los turistas cómo manejarse ante tal supuesta vorágine. Su primera recomendación no tiene desperdicio: “si a las doce del mediodía no habéis encontrado un buen sitio para ver los fuegos, mejor iros a la habitación del hotel y mirarlos por televisión”. En esto, como en todo lo demás, son unos exagerados. Siguiendo sus consejos nos plantamos en una calita diez horas antes del espectáculo, con nuestra neverita y nuestro sushi take-away, para que cinco minutos antes de medianoche llegara todo el mundo de golpe y se sentaran delante nuestro sin ningún recato.

Eso sí, las calas y playas que rodean a Sidney convierten a esta ciudad en algo especial. El puerto natural donde está enclavado tiene un montón de bahías fantásticas. Si eres el rico del pueblo y tienes un velero, lo puedes pasar en grande, aunque cómprate el barco con ducha porque la mayor parte están contaminadas. Sólo se salvan las playas que dan al océano, entre ellas Bondi Beach, un rincón precioso a media hora del centro en autobús. A pesar de su agua helada, los fines de semana se junta allí media city. La otra mitad está en Manly Beach, una playa surfera abarrotada de people aunque esté prohibido bañarse por las fuertes corrientes.

Igual somos injustos con Australia pero sólo conocemos dos formas de ver las cosas. O te gustan o no te gustan, y ya no tenemos edad para disimular. Nosotros los vinos los queremos con tapón de corcho, oír ese ruido especial al abrir la botella y poder oler el aroma a barrica o a fruta. Pues tanta fama que tienen los vinos australianos y la mayoría vienen con tapón de rosca, como la Coca-Cola de antes. Así son en todo. Más falsos que el machete de Cocodrilo Dundee. Desde la imagen que proyectan al resto del mundo hasta la publicidad que hacen de su país. En Europa no nos hemos enterado y en Australia pasaron página lo más rápido posible pero en la propaganda oficial que han realizado durante años de su propio país la mayoría de fotos eran de otros continentes.

Y es una pena porque en realidad hemos vivido momentos de primera. Cada vez que vimos canguros, tiburones o koalas, cuando subimos a Kaja–Tjuta, los fuegos artificiales de fin de año, y así una larga lista. Pero siempre que empiezas a cogerle el gustillo aparece algún aussie dispuesto a chafarte el día con su mal humor, su bordería o simplemente con su falta de educación. Tenemos tantos ejemplos que daría para otro libro. Y es que imaginaros cómo sería nuestro país si lo hubieran montado entre El Lute, Dioni y Ruiz Mateos. Aunque nos da que hubieran tenido más gracia. Y seguro que habría jamón. Y del bueno, que menudos son los chorizos españoles para eso.