Monta tu viaje con nuestras rutas

– ¿Cuál es el lugar del mundo en el que has estado y más te ha impresionado? ¿Qué consejo darías a alguien que quisiera viajar allí?
Antártida. Definitivamente es algo de otro mundo, porque todo lo que tiene que ver con ese destino se remite pura y exclusivamente a la naturaleza, y eso es único.

Tuve la fortuna de poder viajar en diciembre de 2010, y la forma en que se dieron las cosas fue inesperada, porque se trata de un viaje poco accesible. Por fortuna, la empresa Anttarply Expeditions decidió patrocinar el viaje como parte de la vuelta al mundo a dedo, y de un jueves a un sábado tuvimos que preparar todo (y lidiar con la ansiedad!). ¡Aún hoy, cuando lo pienso, siento que me gané la lotería! Mi recomendación para quienes tengan la suerte de poder ir, es dejarse impresionar por todo, disfrutar cada instante con todos los sentidos, y detenerse un momento a tomar conciencia de que son los pies de uno los que están pisando ese lugar tan distante, que ni siquiera figura en algunos mapas. Lamentablemente, la Antártida no será eterna y hay que saber valorar la suerte que implica poder estar allí.

– ¿Qué es lo que más rabia te da olvidarte de poner en tu maleta?
Por empezar, no uso maletas!!! Soy mochilera de ley, y viajo con dos mochilas: una grande, técnica, donde va mi ropa y la mayoría de mi equipaje, y una pequeña, donde llevo mis artículos de higiene y elementos indispensables de uso diario: linterna, navaja multiuso, termo, etc, y por supuesto, mis cuadernos y libros. Normalmente, no soy de las que se dejan muchas cosas por error. Sin embargo, lo que me molesta tremendamente es quedarme sin tinta, y sí suelo olvidarme tener un lápiz de repuesto. Me ha tocado tener que salir de urgencia a conseguir un bolígrafo en medio de la playa, o en una estación de tren, y terminar escribiendo con el lápiz del camarero o del controlador de tickets, que me dio el suyo para que me dejara de corretear por los pasillos y me sentara de una vez!

– ¿Qué les dirías a aquellos viajeros que, como no se atreven a viajar por su cuenta, acaban yendo a una Agencia de Viajes aunque no les gusten sus viajes organizados?
Bueno, a mí me ha tocado estar de los dos lados. Soy Lic. en turismo, y con el dinero que ganaba vendiendo paquetes armados, pagaba mis viajes independientes, de esos que no tienen “satisfacción garantizada o le devolvemos su dinero”. Disfruto de las experiencias que no se pueden comprar, y por eso jamás pagaría por esos mismos paquetes que me encargaba de vender. Las agencias de viaje y los tours armados son una buena solución para quienes disfrutan de tener todo calculado, sin sobresaltos, con el tiempo justo y sin tener que encargarse de lo más mínimo. Es perfecto para ese perfil de turistas. No tiene sentido ir detrás de ese modelo cuando uno es viajero, porque sería como verlo todo detrás de una vidriera. Lo más difícil es dar el primer paso y animarse. El mundo no es tan malo como lo muestran en TV. Siempre habrá alguien dispuesto a ayudarte, a abrirte las puertas de su casa, a guiarte en su ciudad. Y descubrirán no sólo que viajar por cuenta de uno es más divertido, sino que además es mucho más barato. Y las experiencias que se traen de vuelta, esas no se encuentran en ningún all inclusive.

– ¿Qué tipo de comida has probado en tus viajes que más te ha gustado/sorprendido? ¿Nos recomiendas algún sitio para probarlo?
Soy fanática del ceviche. Cuando me dijeron que se trataba de pescado crudo curado con sal, no me predispuse muy bien, tengo que ser honesta. No me gusta mucho el pescado, y mucho menos si no está cocinado. Por eso, cuando un camionero con quien veníamos viajando hacia Lima nos invitó a desayunar ceviche, tuve que poner mi estómago a prueba. Eran las 7 y media de la mañana, y no era ese el menú que más me atraía para comenzar el día. Sin embargo, no quise despreciar la oferta. En un puesto junto a la ruta, donde se reunían todos los choferes, nos sentamos frente al plato de ceviche. Me bastó con dar un bocado para quedar rendida. ¡Estaba delicioso! Con el correr del viaje aprendí que hay muchas maneras de prepararlo, y varían según el país. Para mi gusto, ninguno es tan bueno como el de la costa peruana.

– Por último, explícanos algo que te ha ocurrido viajando y que no olvidarás jamás…
Como bloggera y amante de los idiomas, siempre me ha despertado curiosidad la variación de las palabras, el cambio en los significados y cómo un mismo idioma se va contorsionando a través de las fronteras. En Venezuela viví una situación muy particular, que me llevó a descubrir uno de los antojos más ricos del país. Estando en la fila de un almacén, un niño delante de mí le preguntó a la señora que atendía:
– Señora, ¿a qué saben sus tetas?
Salí de mis pensamientos para prestar atención, pues no daba crédito a lo que acababa de escuchar. La mujer, fornida, morena, no se alteró en lo más mínimo.
– A chocolate.
Sí, la mujer morena acababa de afirmar que las tetas le sabían a chocolate. Hizo una pausa y continuó:
– Tengo también de guayaba, piña y coco.
El niño pidió dos de coco, y la señora sacó de su heladera unas bolsitas y se las entregó. Y la única que parecía sorprendida era yo. Luego aprendí, que lo que el niño se acababa de llevar eran dos helados de teta, así conocidos por su forma. Consisten en jugo natural (o leche chocolatada) congelados en una bolsita, a la que se le hace un nudo en la parte superior, y que luego se pueden “comer” pinchando el bordecito.

Después de esa tarde, me volví fanática de los helados de tetas. Comí tantos, que tras dos meses en Venezuela, me encontré yo misma preguntándole al señor de un kiosco qué gusto tenían las suyas. Y me reí de la situación. Esas son las cosas que uno incorpora casi sin darse cuenta con el correr de los caminos.

Para saber más de Laura y sus aventuras, podéis visitar su blog www.losviajesdenena.blogspot.com y seguirla en Twitter: @Losviajesdenena