Monta tu viaje con nuestras rutas

Kuala Lumpur, capital de Malasia.

Llevamos tantos aviones a cuestas que a veces empezamos a desvariar. Como si fuéramos el capitán Spock estamos por pedir a la base que nos teletransporten a nuestro próximo destino. Hemos llegado a imaginar, incluso, que las cabinas de teléfonos podrían reconvertirse en máquinas para viajar en el espacio. Sólo tendríamos que marcar el código postal del sitio donde queremos ir y al momento apareceríamos en ese lugar. Para volver a casa o viajar a otro destino, podríamos repetir la operación tantas veces como quisiéramos.

Cualquier sitio del mundo estaría al alcance de una llamada de teléfono. Desayunar en Tokio, comer en Roma o cenar en Sidney. Si quisieras ir a la playa, siempre encontrarías algún rincón del mundo con un sol radiante. Si te gusta esquiar, podrías hacerlo de noche en pleno verano. Marcarías el código de cualquier pista argentina y a ponerse el anorak. Si eres de los que te va la juerga, podrías estar de fiesta continua saltando de un continente a otro sin parar. Tus restaurantes favoritos estarían repartidos por medio mundo. Podrías pasar el fin de semana en cualquier lugar del planeta, en una isla del Pacífico o en un refugio en Argentina. En realidad podrías vivir allí todo el año. Al no existir las distancias, dejarían de tener sentido las ciudades. Lo mismo pasaría con los coches, trenes o aviones. El planeta entero sería una sola plaza, una calle peatonal donde se mezclarían todas las razas del mundo. Sería un flujo continuo de gente en movimiento. Entrando y saliendo. Llegando y volviendo. Una y otra vez. Sólo pensarlo da vértigo.

Quizás en un par de milenios sea realidad pero hasta entonces nos tendremos que conformar con las aerolíneas low-cost. Ayer desayunamos en la frontera con Myanmar, comimos en Bangkok, dormimos en Malasia y esta mañana hemos volado hacia Camboya. Había un vuelo directo de Chiang Mai a Siam Reap pero por 50 euros más decidimos pasar por Malasia para cenar en Kuala Lumpur. Estamos en el sushi-bar del piso 33 del Hotel Traders, al lado de una piscina interior y con vistas directas a las Petronas, las torres más famosas del mundo unidas por una pasarela a una altura increíble. Espectacular. Espectaculares.

La mayoría de arquitectos se consideran artistas pero algunos se superan. La próxima vez que veáis una foto de las Petronas Towers miradlas con atención. A primera vista os parecerán modernos rascacielos de oficinas pero en realidad son dos santuarios gigantescos de 450 metros de altura inspirados en las típicas estupas del sureste asiático, como los templos de Angkor Wat. Estas ruinas camboyanas fueron construidas hace mil años pero todavía hoy están llenas de espiritualidad. Las Petronas, en cambio, están repletas de tiendas y centros comerciales pero no por ello dejan de ser templos, los templos del futuro donde la gente se reúne los domingos y comulga por un mismo dios, el de las rebajas. Un dios que no promete la vida eterna pero al menos acepta la Visa. Que no es poco.

Descárgate la App de Way Away con nuestras Rutas de Viaje geolocalizadas