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Querer y no poder. Ni chicha ni limonada. Entre pinto y valdemoro. Aunque aquí, en Copenhague, de moros ni uno, por eso tampoco se entiende por qué tanto aviso de cuidado con los ataques racistas. Es la primera vez que, entre tanto rubio y tíos largos como espárragos, he sentido que mi piel morena podía ser carne de cañon de los racistas. Por eso, cuando un aprendiz de skin head disfrazado de hippy ha venido corriendo hacia mí, he tenido el tiempo justo para preguntarme: ¿me habrá confundido con un moro, con un gitano o con un español accionista de Bankia? Nada de todo eso. Estábamos dentro de Christiania, parque de atracciones hippy de Copenhague y zona franca de drug-dealers y otras cucarachas. Oficialmente tienen permiso para vender maría y otras delicias. Oficiosamente le da un toque progre a la ciudad y, sobretodo, se ha convertido en visita obligada para cualquier turista. Y como Copenhague precisamente no va sobrado de eso, pues los políticos hacen tragaderas que da gusto. Volviendo al skin olímpico, a él y a sus camellos los he confundido con unos skaters guays y les he hecho una foto artística con una pared llena de graffitis de fondo. Pensé que estaban dándose palmadas al estilo americano, cuando en realidad las papelinas pasaban de una mano a la otra mientras los billetes cambiaban de bolsillo. Al verme han salido como locos para obligarme a borrar la fotografía, no sea que me diera por enviársela a los bobies daneses y los campeones salieran retratados.

Ni en eso dan la talla. En Can Tunis me habrían metido la cámara por donde la luz desaparece y la sarta de tortas que habría recibido dejaría las reyertas de Castefas de los ‘80 en empujones de patio. Aquí un poco más y me lo piden por favor. Lo dicho, quieren pero no pueden. Bares, cafés, barrios, palacios y canales. Apuntan pero no disparan. Quieren parecerse a Berlín o Copenhague pero nunca lo serán. Como su bicing particular. Una gran idea: nada de carnets ni depósitos millonarios como en Oslo, ni tampoco complicados cajeros automáticos con Visa como en Londres. Simplemente una moneda de 20 coronas, como el carrito del super, y ya puedes llevarte la bici a cuestas. Tan fácil es que no queda ni una. Supongo yo que los daneses más espavilados las tendrán en su garage. No todos los días reparten bicicletas a 30 euritos…

Hace unos años decidieron enterrar los coches y que el medio oficial de transporte fuera la bicicleta. El bicing de las 20 coronas no habrá sido la mejor solución pero el objetivo lo han cumplido. La mitad de la gente no tiene carnet y eso se nota porque lo mejor de Copenhague es que sus calles van vacías de coches, ruido y CO2. Al principio apenas te fijas, pero al cabo de un tiempo te das cuenta que pasa algo raro, como si todos los días fueran domingo. Dicen que las enfermedades pulmonares y cardiovasculares han bajado de forma espectacular, aunque lo que seguro que han subido son sus ahorros: ya no tienen que pagar el seguro ni el parking o por supuesto la gasolina, por no hablar de revisiones y demás agujeros negros… o lo peor de todo, comprarse siempre un coche más grande que el del vecino!

Por eso, si os vais de city-break por Copenhague no dejéis de alquilar una bicicleta. El paseo hasta la Little Mermaid, su famosa sirenita, y después ir al otro lado de la ciudad hasta el trendy meat-packing para cenar una buena pizza en el Mother, es siempre mucho más agradable en bici que en bus. Pero sobretodo, no dejéis de pasear por al lado de los “lakes” hasta el Café22, el mejor sitio para hacer un brunch de primera. Pocos, muy pocos turistas, y muchos locales. Una terraza encantadora con vistas al lago-canal, manta por si aprieta el frío y un salmón de primera, entre un montón de comida que encontraréis en su bufet. Y encima todo al mismo precio que en cualquier otro sitio te clavarían por un solo plato.

 

Copenhague no es la capital más bonita de Europa pero es que no todas pueden serlo! Por eso, si encontráis un Vueling barato, es una buena opción para pasar un buen fin de semana. De aquellos de pasear, relajarse y tomarse alguna que otra cerveza (mejor la Tuborg que su famosa Carlsberg pero sobre gustos…). Y si es con sol y en una terraza, no tiene pérdida. Mejor ir en pleno verano que no primavera u otoño, donde por mucha manta que os den en los cafés, todavía aprieta demasiado el frío.

Lo mejor de Copenhague:

  • Pasear por las calles sin coches, ni ruido ni polución
  • Ir en kayak por sus canales
  • El curioso cementerio de Assistens donde los daneses van a hacer footing y pasear en bicicleta
  • Los domingos por la mañana hacer un buen brunch en una terraza y después ir al único parque de atracciones urbano, el mítico Tívoli.

Lo peor de Copenhague:

  • La exageradísima publicidad que le han hecho de su gastronomía
  • El imaginario que uno se crea de sus cafeterías, esperando que todas sean encantadoras… y no lo son
  • Los cambios continuos de temperatura: cuando sale el sol te asas, cuando llega una nube te hielas
  • El precio exagerado de la comida y sobretodo de la cerveza o vino

Itinerario recomendado para visitar Copenhague con restaurantes a lo largo de la ruta.

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