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Tahuayo, uno de los miles de afluentes del Amazonas.

Si incluimos a sus afluentes, el Amazonas discurre más distancia por Perú que por el propio Brasil. De Lima hemos volado a Iquitos, una isla rodeada de aguas dulces, y desde allí hemos remontado durante cuatro horas un afluente del río más largo del mundo para llegar a la Reserva Nacional del Tahuayo. El lodge donde estamos son cuatro cabañas construidas sobre postes que se hunden en el cauce del río, unidas entre sí por puentes colgantes, sin luz eléctrica ni agua caliente. La Sala de las Hamacas y las comidas que prepara la cocinera indígena Bichina son todas las comodidades de nuestro nuevo hogar. Para dormir bien deberemos esperar a volver a la civilización porque el concierto nocturno que se monta entre animales, pájaros e insectos es un espectáculo que no estaba incluido en el precio.

Curioso lugar éste donde hemos compartido mesa con una familia de teleserie, los Murphy de Florida, cazadores fotográficos de pájaros, y con el Dr. Jackson y sus estudiantes de medicina que vienen por aquí una vez al año para ayudar a las comunidades que viven en el río. Preside las comidas Dolly o Dolores, nombre con el que la conoció su marido Paul hace treinta años. Juntos decidieron montar este sitio maravilloso en medio de la nada, aunque no estamos solos. Monos, loros, pájaros carpintero, martín pescadores, perezosos, aves prehistóricas, delfines rosas de río, gavilanes, tarántulas y pieles de anacondas, por suerte vacías de sus enormes habitantes, son nuestros nuevos vecinos.

A los indios del lugar no les falta caza ni pesca aunque la mayoría viven del carbón, una minucia de negocio al lado de lo que será el petróleo. El gobierno de Alan García ya ha otorgado múltiples concesiones para buscar oro negro en estos parajes, y es que una caminata por la selva es suficiente para darse cuenta que por aquí pueden rondar las últimas reservas mundiales del aceite de piedra . Millones de hectáreas de vegetación frondosa y húmeda, pudriéndose unas encima de otras, creando el humus que a la larga se convertirá en oro negro. Pero todo esto será un juego de niños al lado del día en que empiece la guerra por el agua. El Amazonas genera el 22% de todo el agua dulce del planeta. Por mucho que los gringos sean dueños del 15% que corre por el Missipipi, nos jugamos nuestros potes de Relec que no tendrán suficiente con la suya y vendrán a estas tierras para llevársela en botellas.

Una razón más por la que seguro que el Amazonas será elegido como una de las 7 Maravillas Naturales del Mundo. Hoy es un tesoro y mañana todavía lo será más. En realidad, ya lo fue en el pasado cuando en el siglo XIX vio nacer gigantescas fortunas gracias a los árboles de caucho que sólo crecían en el Amazonas, imprescindibles para la fabricación de neumáticos. Los caucheros, la mayoría de ellos esclavos, corrían de árbol en árbol haciendo en su corteza muescas en forma de V, por donde se deslizaba la resina hasta caer en un pote que recogían más tarde. Negocio millonario que apenas duró cincuenta años, el tiempo necesario para que un británico burlara los controles fronterizos creados para mantener el monopolio. Para ello rellenó un cocodrilo disecado con miles de semillas que más tarde hizó germinar en la India y, encima, con menor distancia entre árbol y árbol lo que mejoró su productividad.

Ojalá el resto de joyas del Amazonas fueran tan fáciles de reproducir en otras tierras. El petróleo, el agua o incluso el oxígeno. Llegará un día en que también nos pelearemos por él y algún espabilado lo venderá enlatado. Ahora sí que nos jugamos la mosquitera entera a que la marca AmazO2nas será la líder del mercado. Y por paliza. De momento y como si fuera un sampling gratuito de ésos que montan los de marketing, nosotros no paramos de llenarnos los pulmones. ¡Y que nos quiten lo respirao!


 


Itinerario recomendado para visitar Perú con restaurantes a lo largo de la ruta.





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