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Tokio, capital de Japón.

Yoyogi, Tokio, Japón

 
Quiero ser japonés. Quiero poder andar como ellos, en silencio, sin rozar el suelo. Quiero coger las cosas con la misma dulzura con que lo hacen ellos, extendiendo las dos manos abiertas con las palmas hacia arriba y asintiendo con un gesto amable como si todo fuera un tesoro. Quiero vivir en sus casas, con esa luz que se filtra por el papel de seda y lo envuelve todo más que no iluminarlo. Quiero notar el agradable tacto de sus tatamis cuando camine por ellos con mis pies descalzos. Quiero sentir el placer de ponerme sus kimonos y dormir en sus futones. Quiero sentarme a comer en sus barras, con un cocinero que me prepare sushi pieza a pieza, como si cada maki fuera una joya única. Quiero pasear por sus jardines y perderme entre sus árboles, sorteando esas formas perfectas que sólo se consiguen con años de paciencia y quilos de mimos. Quiero ser uno de ellos, sentirme parte de su cultura y no verla como un secreto admirador mira a su musa sabiendo que nunca la convertirá en su amante.


Asakusa, Tokio, Japon Mercado del pescado, Tokio, Japon Tokio, Japon
 
Poesía barata de viajero al margen, podéis ver que Japón nos ha conquistado, tanto que incluso estaríamos dispuestos a aceptar la parte más negra de su historia. Los japoneses creyeron hace años que eran el pueblo elegido para liberar a Asia del colonialismo occidental, y sustituirlo por el suyo se les olvidó decir, claro. Les salió caro el asunto, a bulto unos tres millones de muertos. Entrar en guerra al mismo tiempo contra China, Rusia, Korea y Estados Unidos no puede salir gratis. Los tifones que 500 años antes les habían salvado de las invasiones mongoles y sus invencibles flotas en esta ocasión se quedaron en casa. Vientos divinos fue el nombre que les pusieron en su momento, kamikazes en japonés.

Hakone, Japón

Últimamente tampoco les ha ido muy bien la cosa. Llevan diez años sumidos en una recesión provocada por la interminable burocracia de su sistema y por una corrupción asfixiante que les ha obligado a romper con muchas de sus tradiciones. Los empleos han dejado de ser para toda la vida y ya no existen grupos de empresas que se ayudan unas a otras. En Japón ha nacido una nueva raza, los ejecutivos low-cost, profesionales de cuello blanco que ni con todo su sueldo pueden pagar la locura de un alquiler en Tokio. Les sale mucho más barato reservar por horas una sala privada de karaoke, aunque los gritos de sus vecinos no les dejen dormir de tirón.

Shibuya, Tokio, Japon

A pesar de todo, los japoneses serán capaces de superar esta crisis y lo harán como siempre, mejor que nadie. Por algo fueron los inventores de la frase “copiar con orgullo”: mirar lo que hacen los demás, copiar lo bueno y encima mejorarlo. Y dando las gracias, que para eso son gente educada. En realidad es el único pueblo de la historia que ha sido capaz de combinar lo mejor de la cultura oriental y de la occidental. En ningún otro lugar encontraréis los dos mundos tan próximos uno del otro, entremezclados lo mínimo para que cada uno tenga su espacio pero lo justo para que se entiendan. Haríamos bien aprendiendo de su ejemplo. La globalización debería ser una autopista de dos direcciones y en la nuestra no tendrían que venir sólo productos baratos, materias primas o inmigrantes ilegales, sino también buena parte de todas esas culturas que nacieron hace miles de años en Asia y África. Y, si puede ser, alguno de sus cocineros…

Información turística para viajar a Tokio

Itinerario recomendado para visitar Japón con restaurantes a lo largo de la ruta.





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