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Kioto, antigua capital imperial de Japón

Sushi. Pescado crudo. Desagradable. Asqueroso incluso. Y tienes toda la razón. Si nunca lo has probado es difícil sentirse atraído por él. Pero debes hacerlo, no te arrepentirás. La primera vez no te gustará pero notarás algo especial. Algo que, sin saber muy bien qué es, hará que quieras tomarlo de nuevo. Si caes en la tentación, será demasiado tarde para volver atrás porque tu adicción al sushi habrá empezado. En pocas semanas o incluso días, entrarás de nuevo en un japonés. Creerás que es casualidad o el destino. La excusa será una cena de trabajo o unos amigos que hace tiempo que no ves, pero en realidad será la señal de que estás cayendo en sus redes.

Y eso que seguirá sin gustarte del todo pero, de forma incomprensible, seguirás comiendo sushi una y otra vez hasta que llegue ese día en que, de repente y sin avisar, todo su placer explote en tu boca. Cuando eso ocurra, levantarás la mirada sorprendido y verás que tus compañeros de mesa están sintiendo lo mismo. Lo notarás por sus caras, por su forma lenta de comer para alargar al máximo ese momento en que el sushi llega al clímax. Diferentes sabores y texturas combinados con tal armonía que al invadir tu paladar se fusionan unos con otros, multiplicando su fuerza y provocando que cada momento sea mejor todavía que el anterior.

Extrañado por lo que acabas de sentir, mirarás de nuevo al plato incrédulo. ¿Cómo puede ser que esas pequeñas piezas de arroz sean capaces de producir tal placer? Quizás lo has soñado, o igual no es para tanto. Por eso tienes que probarlo de nuevo. Con lentitud cogerás otra pieza de sushi, la mojarás en la salsa de soja, suavemente, como para no despertar todavía esa locura de sensaciones que parece encerrar dentro suyo, y la acercarás a tu boca. Con los ojos medio cerrados, te prepararás para ese frenesí que sentiste antes. Aunque al principio más que un mordisco te parece un beso. Suave, seductor, con esa textura del pescado, fría pero no helada, delicada y agradable como si fuera un labio carnoso. El sabor tardará en llegar porque está agazapado esperando el momento justo para dejarse notar de menos a más. Sin parar, más y un poco más. Y todavía más. Cada vez más. Igual que la primera vez, una ola continua de placer que, aunque empieza tímidamente, no para de crecer hasta conquistar cada rincón de tu boca. Orgasmo femenino de la gastronomía que te dejará embriagado hasta que reacciones preguntándote qué ha pasado. Entonces verás que los palillos ya forman parte de tus manos como si fueran tus propias garras. Garras que, sin que puedas hacer nada para evitarlo, están sobrevolando el sushi que queda en la mesa para lanzarte sobre él y hacerte sentir de nuevo el pecado en tu boca. Una y otra vez hasta que te quedes extasiado y te rindas a la evidencia. Adoras al sushi sin remedio.

Itinerario recomendado para visitar Japón con restaurantes a lo largo de la ruta.





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