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Xian, China, donde los Soldados de Terracota.

Guerreros de Terracota, Xian, China

Lo que es trabajar currarán como chinos pero como artistas destacan lo justo. No tienen pintores geniales, ni esculturas preciosas, sus pinturas parecen infantiles y sus bustos inexpresivos. Los 8000 soldados de terracota que encontraron en Xian, cada uno de ellos con un rostro diferente, no parecen darnos la razón pero, siendo sinceros, tampoco es que sean un alarde de creatividad. Según los arqueólogos fueron dispuestos alrededor de la tumba del emperador para demostrar su poder. Nosotros somos más románticos y preferimos imaginar que el monarca, orgulloso de su ejército tras haber ganado una batalla, les prometió a cada uno de ellos una estatua, honor en aquella época reservado sólo para reyes y dioses.

Con la arquitectura tampoco se han esmerado demasiado. La Gran Muralla es impactante por su magnitud pero no por su belleza. Lo mismo les ha ocurrido con la presa de las Tres Gargantas, la más grande del mundo. En Europa habría costado diez veces más y todavía no la habrían terminado pero llevaría la firma de Foster o Calatrava y saldría en todas las fotos. Si nos pasamos a las letras, la cosa mejora pero no mucho. Hace 2500 años Lao o Confucio estuvieron a la altura de los clásicos griegos, pero desde entonces hasta ahora no ha habido ningún best-seller chino, dejando al margen El Libro Rojo de Mao por razones obvias. Por no hablar de la música, donde cualquier día algún miembro de la Asociación Americana de Amigos del Rifle la armará cuando vea que ha pagado una fortuna para entrar en la Ópera China y encontrarse con Winnie the Poe destrozando melodías al ritmo de los Teletubies. Por muy llamativo que sea el nombre podemos jurar que en realidad se trata de una versión muy sutil pero eficaz de sus famosas torturas chinas.

Guerreros de Terracota, Xian, China La Gran Muralla, China Pingyao, China

Sin embargo, ésta es nuestra visión de las artes, de nuestras artes. Si intentamos ponernos en su lugar, descubriremos que en sus artes los chinos son capaces de crear belleza donde no la hay, en las cosas más simples, en los detalles más insignificantes. Como por ejemplo el Tai-Chi, una técnica de relajación que se basa en replicar movimientos de lucha a cámara lenta, representando la batalla que continuamente se libra en nuestro interior para ahuyentar a los malos espíritus. Cada mañana millones de chinos se acercan a parques y jardines para desarrollar estos ejercicios y espantar así el mal humor. ¡Falta nos haría en occidente! No muy lejos de estos soldados de la mente, es frecuente encontrar a escribas utilizando el suelo como lienzos vírgenes sobre los que, más que escribir, dibujan palabras. Cada carácter del alfabeto chino es una historia en sí misma, una mezcla de la representación gráfica de su propio significado y de la fonética de su pronunciación. Un cuadro pintado con grandes pinceles y mucho esmero, una imagen para observar y disfrutar más que no una palabra para leer o comprender.

Datong, China

Otra cosa que a nosotros nos puede parecer absurdo y que los chinos son capaces de elevar a la categoría de arte son sus jardines de piedra. Espacios burdos y toscos, rotos por senderos marcados por vulgares piedras, que se retuercen en suaves curvas como si fueran el jardín que rodea el palacio de un pequeño duende. Entre árboles y cactus diseminados con avaricia a lo largo de estos paisajes, emergen largos pedestales encima de los cuales reposan extrañas rocas, figuras abstractas pero con vida resultado del antojo del agua que las ha moldeado durante miles de años. Extraídas del fondo de los lagos como si fueran un tesoro precioso, las tratan como tales. Esculturas de la naturaleza que tan sólo necesitan un nombre para convertirse en poesía. Así los títulos de estas obras parecen haber sido buscados con la misma parsimonia con que fueron esculpidas, como si sólo el tiempo fuera capaz de pulir sus defectos para convertirlas en maravillas.

El resultado son extravagantes laberintos, jardines grises pero magnéticos, capaces de transmitir una especial tranquilidad. En cierta forma, tienen un aire a los patios que abundan en las casas nobles del Maresme, como en Can Cuiros, la masía de nuestros abuelos en Alella. Siempre pensamos que los ojos entornados del Avi eran su forma callada e inteligente de ver el mundo. Ahora, en cambio, nos recuerdan a la mirada de un jardinero chino observando su obra y buscando la inspiración para bautizarla. Nunca sabremos si en su interior les puso nombre pero no pasa nada. Tal y como va la cosa, no será difícil que algún día tengamos en la familia un artista con ojos rasgados que cierre el círculo. Tiempo al tiempo.

Itinerario recomendado para visitar China con restaurantes a lo largo de la ruta.





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