Sidney: Un país en venta (parte 1) «

Sidney, Australia.

Australia es un país en venta pero nadie parece querer comprarlo. En el norte y en el sur, casas y tiendas, todo está en venta. Y lo que es más curioso, los que tienen colgado el típico cartel “to sell” no son negocios ruinosos o casas derruidas sino los pisos más lujosos de las mejores zonas. Crisis al margen, la razón de tanto negocio en venta es que aquí todo hijo de vecino quiere triunfar para salir por patas e igual que todos quieren irse, nadie quiere venir, ni siquiera los inmigrantes del tercer mundo. Unos pocos chinos en Sidney y se acabó. Por eso todo es tan caro en Australia. Al no tener mano de obra barata para cubrir los servicios más básicos o las profesiones más simples, las chicas de la limpieza, los camareros o autobuseros son gente con estudios, locales bien formados que se ensucian las manos a cambio de un sueldo que, sin ser nada del otro mundo, a un filipino le parecería una fortuna. La excepción son un par de europeos trabajando en bares de moda a cambio de aprender inglés pero el resto todo Cocodrilo Dundees modernos. Muy chic pero todos unos amargados. A nadie le gusta limpiarle los mocos a otro.

Y eso se nota en el servicio que dan. Pésimo. Seguramente por lo misma razón ni siquiera la comida es apetecible, y eso que uno de sus descubridores tenía nombre de cocinero, Captain Cook. Sus platos son una mezcla de todo tipo de sabores, sin ton ni sal, siempre en tamaño gigante. Lo que sea con tal de seguir acumulando grasa en sus barrigas descomunales. Pero lo increíble del asunto es que están convencidos que su cocina es una de las mejores del mundo. Abres cualquier periódico y es frecuente encontrar algún referente al éxito mundial de su gastronomía y sus cocineros. Hagamos la prueba del algodón: ¿alguno de vosotros ha visto alguna vez un restaurante australiano? Pues nosotros tampoco, pero así de exagerados son los australianos.

Otro ejemplo. Hace años que todo el mundo dice que Sidney y Melbourne se parecen un montón a Barcelona. Nos entra la risa sólo de pensarlo. De Melbourne no hace falta ni hablar. Es una ciudad tan pequeña que tienen un tranvía gratuito que apenas tarda quince minutos en darle la vuelta entera. Y Sidney es el mayor engaño que hemos visto nunca. Sus rascacielos le harían cosquillas a Rompetechos, su Hyde Park es tan pequeño que los homeless tienen que hacer cola para entrar y su famoso Skytrain perdería una carrera con el tren de la bruja. Su atracción más famosa, el Opera House, es más de lo mismo. En los telediarios parece enorme pero visto en persona apostamos a que cabría en el Guggenheim, eso si no fuera porque en Bilbao no aceptarían nada que estuviera descolorido como le pasa al techo del conocido edificio. Calatrava se inspiró en él para sus creaciones pero lo ha superado con creces. El auditorio de Tenerife y La Ciudad de las Artes y Ciencias de Valencia le dan un par de vueltas y eso que somos generosos.

Continuará …