Monta tu viaje con nuestras rutas

Empezar a planificar mi viaje

Don't be guiri!

Rutas y restaurantes para disfrutar de tu viaje más que nunca

Uluru, la montaña sagrada de los aborígenes

Aunque en el cartel del aeropuerto ponga Ayers Rock, estamos en Uluru, la montaña roja, uno de los lugares más sagrados de la tierra de los aborígenes.  Y no es de extrañar que lo sea porque realmente parece que esté vivo. Si lo miras fijamente, puedes llegar a ver cómo respira, como si dentro de sus entrañas hubiera una criatura de otro mundo esperando salir. Para unos es una simple roca gigantesca incrustada en medio de la nada, como si fuera un iceberg de arena roja; para otros la prueba de que hasta una piedra puede tener alma. Pero no está solo. A menos de 50 km, un paseo cuando estás en el corazón de Australia, se encuentra su alma gemela. Si Uluru fuera dios, Kaja-Tjuta sería su diosa, y también respira pero de una forma mucho más brutal. Uluru es sutil, apenas un movimiento imperceptible, como si fuera un abdomen subiendo y bajando lentamente. Kata-Tjuta, en cambio, aspira profundamente absorbiendo el aire a bocanadas y soltando huracanes para llenar sus gargantas de energía. Si subes al Valle de los Vientos y te sientas a horcajadas de su desfiladero, podrás notar la fuerza de su aliento, como si estuviera alimentando la vida que parece tener dentro de ella.

Antes de Uluru y Kaja-Tujta, el mundo era plano. Fueron los Seres Ancestrales quienes viajaron a través de él y crearon todas las plantas y animales, dejando un trocito de su alma en cada uno de ellos. Los aborígenes creen ser los descendientes directos de dichos Seres, herederos de un testamento oral con el que rigen toda su vida. Lástima que sea secreto y que sólo pequeñas partes de ese conocimiento hayan sido reveladas a los blancos. Lo justo para saber que es el primer manifiesto ecologista del mundo, nada extraño en un pueblo que depende de la naturaleza para sobrevivir.

Estos hijos de dioses, auténticos hippies de la prehistoria, se despertaron un día con otros hijos de su madre acampados en su Jardín del Edén. Ellos que no conocían la rueda ni la escritura habían viajado al futuro sin moverse de su isla. Veinte mil años totalmente aislados sin conocer lo que era una guerra para toparse de golpe con una panda de convictos liberados por la patilla de la reina. No hace falta explicar lo que pasó. Los australianos han intentado hacer creer al resto del mundo que los aborígenes eran un pueblo del desierto. Mentira patatera. A los pocos que no cazaron literalmente, los echaron de las mejores tierras para quedárselas ellos, así que sólo tuvieron una alternativa, ir a esconderse donde los blancos nunca se atreverían a buscarles.

Hoy en día los negros, como ellos mismos se describen, caminan descalzos por la calle, con la vista perdida y las ropas sucias, muchos adictos al alcohol y todos cebados por la dieta occidental. Todavía se preguntan por qué sus antepasados que todo lo sabían no les avisaron sobre cómo afrontar este mundo que otros llaman moderno pero que ellos sienten como extraño. Aunque a los de enfrente no parece irles mucho mejor la cosa. Muchos australianos, por más que lo nieguen, viven amargados, rodeados de continuas trampas de la naturaleza, con el quiero y no puedo de ser occidentales, mientras se pudren en el culo del mundo.

Si pudieran elegir, blancos y negros preferirían viajar al pasado. O al futuro. A donde fuera con tal de salir de aquí. Pero esto no lo arregla ninguna máquina del tiempo, ni mucho menos los propios australianos. Lo intentaron hace cincuenta años con el robo oficial de cientos de bebés aborígenes para que crecieran entre occidentales y demostrar así que con educación podrían integrarse. Todavía hoy están intentando pedir perdón por esa atrocidad. Hace veinte años hicieron una nueva intentona prometiendo que retornarían las tierras a sus “propietarios tradicionales” pero, claro, no iban a devolver todo el país y menos todavía las mejores zonas, justo donde ahora están las grandes ciudades, así que el tema se limitó al retorno de campos desérticos y bosques pantanosos llenos de moscas y mosquitos. Eso sí, todos vienen bautizados con el título de Parque Nacional menos una deshonrosa excepción. Los únicos  terrenos afectados por la ley y todavía hoy pendientes de ser devueltos son justo aquéllos donde por el camino han encontrado todo tipo de minas. ¡El que se crea que es una casualidad que no siga leyendo!

Trescientos años después todavía no saben qué hacer con los aborígenes y por eso los atiborran de asistencia social, sin darse cuenta de la trampa mortal que supone sacarlos de su mundo para dejarlos a las puertas del nuestro. Primero les robaron sus vidas, más tarde sus tierras, después sus niños y ahora están haciendo lo mismo con su futuro. Eso sí, en cuanto no quede ni uno seguro que amplían el aeropuerto de Ayers Rock y hasta puede que le devuelvan su nombre de verdad, Uluru.

(ver artículo de La Vanguardia sobre Australia: arte y cultura aborigen contemporáneos)

Itinerario recomendado para visitar Australia con restaurantes a lo largo de la ruta.





Descárgate la App de Way Away con nuestras Rutas de Viaje geolocalizadas

 

 

Posted In: Australia

Etiquetas: , , ,