Buenos Aires: Y así les luce la plata «

Buenos Aires, Argentina, capital europea de Latinoamérica.

Río de la Plata, River Plate para los futboleros. En la otra orilla Uruguay, acá Argentina o la tierra de la plata. Así la llamaron porque de sus tierras y por sus aguas salió buena parte del dinero con el que la Corona de España pagó sus sueños de potencial mundial, plata que buena falta les haría ahora, nos recuerdan siempre que pueden los argentinos.

Si Santiago era como el Madrid de ayer, Buenos Aires es como el de hoy pero sin ese cuidado de las ciudades europeas, con amplias avenidas pero sin grandes monumentos, con lindas casitas pero sin edificios radiantes. Así son los argentinos, hablan más que hacen y así es su capital. Calles abolladas y metros abarrotados, buses destartalados y aceras abandonadas. Todo lo contrario que su lengua. La cuidan tanto que parece otra. Ya conocíamos su acento particular pero nos sorprendió un vocabulario tan diferente al nuestro. No sabemos de ninguna teoría que lo explique pero nos la podemos inventar. Son unos poetas y como tales se adornan. Llevan años componiendo más que hablando, prosa lírica en la que abusan tanto de sinónimos que al final han renovado el diccionario. La guinda final la pone esa cantinela que han heredado de su otra madre patria, la italiana.

Y así han salido ellos, medio españoles, medio italianos. Embaucadores con gracia, doctores con salero. Aquí el que menos es graduado en Ciencias Puras pero se agradece porque entrar en una librería y encontrarse con un argentino que, aparte de estar en tercero de Euskera, conozca la historia de Sancho el Grande mejor que nosotros, tiene su qué. Aunque en eso como en tantas otras cosas, en la virtud nace el vicio. Siempre están más pendientes de aprender que de hacer, de hablar que de andar.

Salgas el día que salgas, los restaurantes todos llenos y no de turistas que también sino Argentina hasta la bandera, que les encanta y la plantan donde sea. Ellos no sabemos cómo lo pagan, nosotros después de Australia y Nueva Zelanda con la calderilla. Sándwich de mila por cuatro pesos y si tienes hambre, bifé de chorizo por cuatro “pibes”, billete de 10 en honor a Dieguito. Buena la carne aunque la probamos de mejor en Chile y mira que hemos recorrido el país de arriba abajo. En el norte, estuvimos en Salta y Jujuy donde probamos milanesa de lama, deliciosa aunque todavía mejor su paisaje de grandes salinas y cactus gigantescos. En la Patagonia comimos uno de sus corderos, ésos que asan durante horas para que pierdan toda la grasa. Estaba bueno pero no como para ir hasta el fin del mundo. Los glaciares sí que valieron la pena, aunque alguno tenga nombre de guasa como el Perito Moreno. Escuchar en silencio el estruendo del hielo romperse o pasear en barca por sus lagos con icebergs, como en Upsala, ha sido de lo mejor del viaje. En el oeste cruzamos sus majestades los Andes para ir de Bariloche a Puerto Varas y ver el volcán Osorno en la parte chilena. Una paliza de la que no nos arrepentimos aunque lo mejor estaba al principio, Villa Angostura, que de angosta nada y de pija toda. Al final volvimos a Buenos Aires, que se nos quedó un poco allí, entre medio o entre aires. Bonito San Telmo, divertido Boca, Palermo lo mejor. Pero como siempre, más historieta que historia.